Mediante el decreto 707 del pasado 15 de octubre el Poder Ejecutivo Nacional declaró Monumento Histórico Nacional al edificio de la Penitenciaría de Córdoba, ubicado en el barrio San Martín de esa ciudad, que fuera proyectado por el arquitecto italiano Francisco Tamburini en 1886.

No podemos sino expresar nuestro beneplácito ante la decisión, sin duda fruto del trabajo de la comunidad cordobesa que se movilizó para preservar este icónico ejemplar de la arquitectura penitenciaria decimonónica. La historia de las cárceles y penitenciarías suele condenar a sus edificios a la piqueta, pese a la notable factura de muchos de ellos, por lo que la preservación del patrimonio arquitectónico del penal cordobés, uno de los mejores concebidos en esta temática, es un logro digno de destacar.
Su construcción tuvo origen en una iniciativa del Presidente Julio A. Roca, quien en una misiva redactada en agosto de 1880 le recomendó al gobernador Miguel Juárez Celman “No deje pasar el tiempo. Deje por lo menos la construcción de una penitenciaría del otro lado del puente, que teniendo ahí los materiales baratos puede hacerla sin grandes costos”. La antigua “penitenciaría” estaba ubicada donde se encuentra el Patio Olmos y su traslado seguramente estuvo ligado a la construcción del lindero Teatro Rivera Indarte –hoy San Martín–, obra también de Tamburini.

Fue durante la gobernación de Ambrosio Olmos que el arquitecto visitó la provincia para realizar diversos proyectos de edificios públicos con el fin de modernizar la ciudad de Córdoba, entre los cuales estuvo la Penitenciaría. Su diseño estuvo inspirado en la prisión romana de Regina Coeli –aún hoy en funcionamiento- proyectada por el ingeniero Carlo Morgini y que Tamburini habría conocido antes de su arribo a la Argentina.

El edificio combina dos sistemas de pabellones radiales. El primero, celular, donde convergen cuatro rayos a 45 grados y el segundo compuesto por un radial en cruz, uno de cuyos ejes conecta con el primero. Finalmente un eje transversal destinado a talleres remata el conjunto. Anteponiéndose al sector de reclusión y sobre el acceso principal se encuentra el edificio administrativo. La capacidad del establecimiento era para 500 internos conforme a las recomendaciones del Congreso Penitenciario Internacional de Bruselas de 1847.
El estilo empleado fue un severo románico con algunos elementos lombardos, el que mejor evocaba la imagen penitenciaria, según consignó en su oportunidad la destacada arquitecta Marina Waisman. El edificio fue construido por etapas comenzando en 1889, se habilitó apresuradamente en 1895 debido a una epidemia de cólera y fue finalizado en la primera década del siglo XX.
Aguardamos ahora la restauración y puesta en valor del conjunto arquitectónico, que con sus luces y sus sombras, marcó durante 120 años la vida de la capital mediterránea.

Arq. Alejo García Basalo
Autor de Para seguridad y no para castigo. Origen y evolución de la arquitectura penitenciaria provincial argentina (1853-1922).